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La Mirada

Llamé a su celular, pero no contestó. Lo hizo su madre.
Ella sin conocerme y yo sin decir quién era, pregunté por Javiera.

—¿Javiera?
—No, soy su mamá. Javi no puede contestar.

Los minutos siguientes los dedicó a explicarme su delicado estado de salud, sin embargo la gravedad no era tal, sólo estaba en reposo, pero su madre aprovechaba la situación para demostrar cuán preocupada estaba por su hija.
Antes había logrado comunicarme con ella, pero no estaba muy interesada en mi llamada. Que ahora contestara su madre era el mensaje claro de que no le interesaba en lo absoluto hablarme ni escucharme, así que fui a la casa de sus padres donde estaba recuperándose. Al llegar encontré a mucha gente a su alrededor. Javiera posee un encanto arrollador, es muy versátil y hechiza a distintas personas de distintas maneras; ahí estaba Lucio, el más cercano y lo más parecido a un novio. Lucio es del gusto de la madre de Javiera y llevaba más ventaja en la aventura por conquistarla. Sin embargo, han sido amigos demasiado tiempo como para que pudieran ser algo más. Otra de las personas era Damián, parecía ir de allí para allá sin ser demasiado aporte, pues Lucio cumplía esa función a la perfección con la venia de su madre.

Javiera estaba dentro de una pieza oscura con dos camas. La otra supongo que era de su padre, pues su mamá solo aparecía preocupada durante el día y en circunstancias como ésta, cuando había más gente de lo normal. Entré a la habitación y Javiera nota mi presencia. Al verme dibuja una leve sonrisa en su rostro, pero nada más. Me acerco, me siento a un costado de su cama y acaricio sutilmente su cabeza. El gesto parece tomarla por sorpresa y se arropa por completo a la vez que me da la espalda.

No teníamos privacidad, por el pasillo que está fuera de la habitación circulaba gente de aquí para allá ocupada ayudando en los quehaceres de la casa, por ello mi presencia no iba a durar mucho. Mi intención era ver a Javiera y averiguar de alguna forma su reticencia a contestar mis llamadas y su alejamiento. Acto seguido entra Lucio con refresco y con un comentario de pocos amigos.

—Aquí solo llegan aparecidos, personas que jamás se preocuparon por Javiera y que ahora pretenden aparentar preocupación— miré a Javiera a los ojos mientras Lucio hablaba y noté un gesto que le hizo para que callara y se comportara.

Cuando Lucio abandonó la habitación, Javiera y yo tomamos un sorbo del jugo de limón que nos trajo. Nos miramos un par de segundos y me dice, como rompiendo un hechizo:

—No mires así, no frunzas el ceño al mirar— dando una sutil y definitiva explicación de por qué nunca terminamos juntos. Acto seguido volvió a taparse por completo dándome la espalda. Me acerqué y le di un beso en su cabeza cubierta por el bulto de sus frazadas, para despedirme.

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